Se puede afirmar que los líderes, idealmente, se caracterizan porque:
• Sueñan con el éxito de sus colaboradores y por consiguiente, el suyo propio.
• Son planificados en sus actuaciones y proactivos buscando soluciones.
• Son sociables y con carácter positivo.
• Tienen un fuerte control emocional ante situaciones de estrés como constante en su trabajo.
• Tienen un fuerte sentido de la responsabilidad y les gusta ejercer su liderazgo.
• Aceptan de forma positiva las críticas y la posibilidad de crecer con ellas.
• Reconocen que son los primeros responsables de los fracasos de sus colaboradores.
• Son tenaces. Es su cualidad fundamental para buscar el éxito.
Pero para ser líder-coach hay una aptitud fundamental que debieran trabajar: gestionar las emociones de sus colaboradores.
En primer lugar, nos gustaría concretar que las emociones no son buenas ni malas. Depende del uso que la persona haga de ellas.
Decía James Allen que "una persona no puede directamente escoger sus circunstancias, pero sí puede escoger sus pensamientos e indirectamente -y con seguridad- darle forma a sus circunstancias." El Sr. Allen no está hablando de otra cosa que del auto-control emocional, de mantener bajo control las reacciones e impulsos que afecten al desarrollo profesional e impidan el alto rendimiento. Estas reacciones e impulsos vienen provocados siempre por una emoción, y como todos sabemos, ésta tiene corta duración. El profesional ya no tiene ninguna excusa para practicar su autocontrol.
La RAE define emoción como la “alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Goleman, en su libro de “Inteligencia Emocional” nos recuerda, dentro del estudio que realiza de esta competencia, la importancia de evitar un secuestro amigdalar. Es decir, evitar dejarnos dominar por nuestras emociones lo que es sumamente importante en caso de los profesionales que se encuentran sometidos a fuertes presiones por parte del jefe, el equipo y la organización.
Las emociones nos alertan sobre la existencia de problemas. Investigar qué situaciones son las que originan la emoción puede ser interesante para ejercer el autocontrol. La siguiente exposición pretende ser una pequeña guía para esta práctica por parte del líder:
• Auto-observación: proponer al profesional recoger por escrito las situaciones que le generan descontrol y qué ventajas le reportaría un cambio de conducta.
• Definición de los objetivos: el profesional tendrá que decidir qué desea conseguir con el entrenamiento en autocontrol.
• Planteamiento de nuevas conductas ante las situaciones que le generan falta de control. En un primer lugar se pueden trabajar a través de rol-play (teatralizando) para posteriormente hacer su aplicación a la vida real.
• Evaluación con el líder: se trabajan las posibles dificultades y problemas que hayan surgido, se establecen nuevas mejoras, si fuera necesario, y se refuerzan las conductas positivas. Es muy importante la motivación por parte del responsable ante los cambios realizados.
• Interiorización de la conducta para convertirla en hábito. No entraremos a valorar si un hábito se establece en 21 días o más, sino lo importante que para el profesional es ejercer su propio autocontrol cada vez que se presente la emoción.
La reflexión que queremos trasladar al directivo es que trabajar con el profesional el manejo de situaciones conflictivas le permitirá tener una mejor relación con el resto del equipo y una mayor autoestima.
El líder puede ayudar a reflexionar al profesional con estas preguntas:
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