Hoy me gustaría compartir el artículo que Genoveva Vera (Coach ejecutivo, psicóloga y directora de marketing de AECOP) ha escrito para la revista de coaching ejecutivo que tengo el placer de dirigir: AECOP Magazine.
El artículo habla sobre el impacto que el estrés está causando en nosotros, ¿ qué podemos hacer los coaches para ayudar a nuestros coachees en este sentido?...
El artículo habla sobre el impacto que el estrés está causando en nosotros, ¿ qué podemos hacer los coaches para ayudar a nuestros coachees en este sentido?...
Hace un tiempo participé de forma indirecta en un estudio sobre los niveles de estrés de los directivos de una empresa y el resultado fue que el ¡¡El 94% estaban afectados de forma moderada-grave!!
Con estos resultados, es fácil entender el porqué casi siempre nuestros clientes llegan a la sesión de coaching con una sobrecarga de estrés que afecta de forma negativa, no solo al transcurso de la sesión, sino también al desarrollo de todo el proceso de acompaña-miento y, por tanto, a la consecución de los objetivos.
Con estos resultados, es fácil entender el porqué casi siempre nuestros clientes llegan a la sesión de coaching con una sobrecarga de estrés que afecta de forma negativa, no solo al transcurso de la sesión, sino también al desarrollo de todo el proceso de acompaña-miento y, por tanto, a la consecución de los objetivos.
Y es que el estrés (que es la respuesta que emite el organismo cuando se siente sobrepasado por las demandas externas y/o internas), si se mantiene de forma prolongada en el tiempo, como es el caso en el que se encuentran muchos de nuestros clientes, afecta de forma negativa a la salud, al bienestar y al rendimiento de las personas.
Como decía Paracelso, “la dosis hace al veneno”. En este caso hay que saber que la respuesta de estrés es imprescindible para la vida; lo que la convierte en nociva para la salud, el bienestar y el rendimiento, es la dosis, la intensidad y, sobre todo, la frecuencia. Y cuando falta ese control y el estrés se dispara, tanto en intensidad como en frecuencia, aparecen herpes, contracturas musculares, taquicardias, cefaleas, úlceras, ansiedad, de-presión, problemas de sueño, impotencia sexual, trastornos gastrointestinales, bloqueos, pérdidas de memoria, falta de concentración, mayor número de accidentes, mayor número de errores, sensación de angustia y de agobio, pensamientos negativos, problemas en las relaciones interpersonales e intrapersonales, etc... ¿Te suena? Pues esto es lo que acompaña a nuestros clientes en su día a día. Pero, como para casi todo, existen técnicas eficaces para saber controlar y gestionar dichas dosis... que no eliminar.
Son muchas las situaciones externas que provocan el disparo de la respuesta de estrés: condiciones ambientales (ruido, temperatura, luz...); profesionales (desarrollo de carrera, salarios, desigualdad de reparto de tareas, horarios, turnos...); personales (malas relaciones familiares, de pareja, problemas de salud....). Sin embargo, en muchas ocasiones es el pro-pio cliente el que, con sus creencias, actitudes y la interpretación que hace de los hechos, provoca su alteración emocional, generándose tal estado de ansiedad y de estrés que le dificulta el desarrollo de sus capacidades para obtener los resultados que desea conseguir.
La situación actual socioeconómica también es una importante variable generadora de estrés. Los continuos recortes de plantilla no solo suponen una sobrecarga emocional para el que se queda, sino que también supone una sobrecarga de trabajo, dada la redistribución de las tareas de los que han sido despedidos. El miedo atenazador a ser el siguiente, o el tener que ser el que realice los despidos, produce un desgaste emocional que incide directa y negativamente en el rendimiento de cualquier profesional, afectando también a su crecimiento personal. Y es lógico, el organismo cuando está en situación de estrés, pone en marcha las alarmas del instinto de supervivencia... porque, como se suele decir, uno no puede pensar en crecer cuando está corriendo delante de un león para no ser devorado por él.
Este es el contexto en el que muchos de nuestros clientes están viviendo de 10 a 12 horas diarias. Con esto, ¿Cómo van a llegar a la sesión de coaching? Pues alterados... a veces alteradísimos. Y ¿cómo empezar una sesión con semejante estado? Pues no queda otra que tratar de ayudarles para que se relajen, y si no somos expertos en relajación, echar mano de nuestra ética profesional y posponer la sesión para otro día explicando a nuestro cliente las razones por las que lo hacemos. Porque, por encima de todo, está el interés y el beneficio de nuestros clientes y cuando no sabemos cómo actuar para mejorar una cosa, al menos no la empeoremos.
En muchos casos suele bastar realizar unos ejercicios básicos de respiración abdominal. Durante tres o cuatro minutos hacemos dichos ejercicios con nuestro cliente, explicándole previamente los beneficios. Como emergencia, y para conseguir una relajación más rápida, podemos practicar la “respiración profunda” que recomienda Lichstein (1988), siguiendo las fases: inspiración-retención-expiración. También, como tarea intersesiones, podemos sugerir el entrenamiento de respiración de Benson (publicada en 1975) para que nuestro cliente la automatice y consiga un mayor bienestar que repercutirá en su rendimiento y desarrollo profesional. O técnicas de relajación progresiva, como la muscular de Jacobson (desarrollada en 1929), o la de Bernstein y Borkovec (1973) que es más reducida.
Señalar que es muy importante saber identificar la tensión muscular, pues dicha tensión activa al Sistema Simpático (el que provoca la respuesta de estrés), por lo que es muy im-portante utilizar técnicas para reducir esa tensión. También es muy eficaz el Entrenamiento autógeno de Schultz (publicado en 1935). En definitiva, lo que hacemos es estimular la autonomía para que sea el propio cliente quien controle su nivel de activación en cualquier momento y lugar, siempre con técnicas basadas en evidencias empíricas.
Saber que cuando estamos estresados la respiración suele ser rápida, superficial y torácica, produciendo la activación de nuestro Sistema Simpático (el que pone en marcha las hormonas del estrés). Esto produce un aumento de la ansiedad, más trabajo para el corazón, menos oxígeno para los tejidos, dando lugar a un aumento de la fatiga física y mental y, por tanto, a una disminución del rendimiento y del bienestar. Y no hablar de la tensión muscular que se produce... ¡¡¡Enorme!!! Cuántos dolores por contracturas.
Por el contrario, cuando nuestra respiración es profunda y abdominal, interviene el diafragma (de ahí que también se la conozca como respiración diafragmática), estimulando el nervio vago derecho, y activando el Sistema Nervioso Parasimpático (el que genera estados de calma y de tranquilidad). Lo mismo ocurre cuando se reduce la tensión muscular.
Estos dos sistemas, el Simpático y el Parasimpático, son como el acelerador y el freno de un coche. Hay actividades para las que necesitas tener un cierto nivel de aceleramiento, pero hay otras para las que es contraproducente estar acelerado (como culturilla de interés: para que los señores tengan una erección debe estar activo el parasimpático y desactivado el simpático. ¿Entienden ahora el porqué de algunos trastornos sexuales).
Con todo esto, y para que nuestra sesión de coaching se desarrolle de forma eficaz y productiva, tanto para nuestro cliente como para nosotros, muchas veces tenemos que empezar reduciendo la activación del simpático. De esta manera, podremos aprovechar de forma óptima el escaso tiempo que nuestro cliente tiene para trabajar con su coach.
Finalmente, y desde aquí, aprovecho para animar a mis colegas coaches a entrenarse en estas técnicas de relajación tan eficaces. El coach y el coachee lo agradecerán.
Puedes leer el resto de la revista en la siguiente dirección:
http://issuu.com/aecop_magazine/docs/revista_aecop_2_numero
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